sábado, 30 de julio de 2016

Hombres de Letras

En el desierto de la ciencia,
mientras entre las arenas del abandono se alzan las nuevas torres de Babel,
en ese páramo,
que bañan las olas del mar,
sus latidos,
cargados de sal,
reflejando el color sin vida de los cristales,
dibujando el color que apaga,
inexorablemente la luz de los corazones.

Mi antiguo y viejo whisky,
en mi soledad,
desde la tormenta
que atribula
y trata de cerrar,
de nublarme la mirada,
calma mis nervios
y despierta mi conciencia.

Sin las palabras el mundo no sería nada.
Sin la profundidad de tus ojos,
sin el fulgor de tus pupilas,
sin la verdad que esconde ese destello,
no sabría que es lo esconde el azul y el verde.

Esperanza.
Esperanza y poder, que sujetan unas manos
atacadas por el licor,
cansadas de aguantar
entre sus agrietados y temblorosos dedos
el peso de las palabras.

Palabras,
Palabras, que van latiendo,
retumbando en el silencio,
anhelando que
alguien se atreva a pronunciarlas.

Son nuestras letras,
como un susurro mágico,
las que iluminan,
en la oscuridad,
la vela,
de ese navío que se escapa,
bajo la tempestad,
y el beso,
la caricia, y el
mundo
que con una mujer al lado se presenta como algo inevitablemente fantástico.

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