viernes, 19 de agosto de 2016

El largo y cálido verano

“En África el único modo de superar el dolor es salvar una vida. Si alguien es asesinado el año de luto termina con un ritual llamado la prueba del ahogado. Se organiza una fiesta junto al río. Al amanecer, al asesino lo meten en una barca, lo adentran en el río y lo lanzan atado para que no pueda nadar. La familia del difunto tiene que decidir, puede dejar que se ahogue o tirarse al agua y salvarlo. Los hay que creen que si la familia deja que se ahogue se hará justicia, pero pasarán su vida guardando luto, pero si lo salvan están aceptando que la vida no es siempre justa y eso aliviará su dolor. Porque la venganza es una actitud cobarde.”

Llamas destino a lo que no conoces, pintas de un color templado todo lo que no comprendes, alzas tu voz, pontificando, en aras de alcanzar la inmortalidad.

Y es que, di la verdad, anhelas la divinidad.

Con tus dos manos, y tus dos piernas, y tus ojos, enmarcados por las cejas, desfilas por las pasarelas de este mundo, a pleno sol, deseando ese infinito que no puedes alcanzar, ese salto imposible que eres incapaz de lograr.

Y en la mitad de tu vida, más allá de tu gloriosa ciencia,

se extiende el negro abismo,

la oscura e insondable sima,

allá donde tus pecados se hunden,

arrastrándote, inevitable,

inexorablemente...

En un pequeño pueblo de Sudáfrica nació de padres blancos, una niña de piel morena, en aquella Tierra del Sur del Mundo, en el extremo de un continente cargado de misterio...

En el corazón de la tiniebla, en los años en los que el hombre de tez clara aún usaba el látigo contra sus hermanos de carne bruna, vino al mundo una niña, atezada del color de la noche, con una blanca sonrisa dibujada en la mirada.

Más allá del muro, por encima del paredón que el sediento, que el mortal, levanta anhelando alcanzar el cielo, mientras holla con sus pisadas a su prójimo, parpadea Sandra Laing, al arrullo de los pájaros de África, en el lenguaje secreto de las mariposas, que con su aleteo silencioso colorean de vida el día.

Es la canción de cuna de Sandra, la que tira la muralla, la que tiende el puente sobre el abismo, la que nos recuerda, con sus dos grandes ojos redondos, lo que una vez fuimos.

Desde el corazón de África, son los ojos de una niña los que hacen pedazos tu soberbia y tu maldad...

Dios te pintó de negro, para que el mundo no olvide...


“Los disparos alrededor nos impiden oír bien, pero la voz humana es diferente de otros sonidos, puede hacerse oír por encima de ruidos que lo inundan todo, aunque no esté gritando, aunque sea un susurro, hasta el murmullo mas leve silenciaría un ejército cuando dice la verdad.”

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