miércoles, 28 de septiembre de 2016

Kansas City

Decía Don Camilo que es un poco difícil cruzar el páramo, con su gesto grave y sus ojos redondos entornados por detrás de las gafas.

Y esa mirada, mientras van y vienen las palabras mayúsculas, hace que te tragues hasta la saliva.

El poderío, sí, esa energía volcánica descubierta en las islas africanas que los españoles hicimos nuestras, va haciendo volutas de humo hasta que se desata la tormenta,

No hay lamento,

Ni angustia que no guarde relación con el sentido oculto de las palabras,

Destella en el cielo cada nueva palabra, y en la luna se crea un nuevo cráter.

El agujero donde dejarás tu sangre y la luz de tus ojos.

En la diligencia que nos llevaba a Kansas, desde Chicago, pasando por Misouri me quedé dormido, y en mi corazón, arrebolaron los sueños de una centuria anterior, cuando Jesse James robaba los trenes al gobierno...

Y como un poeta, como un escritor de Avilés, embrujado en París, me guardé tu ausencia en lo más profundo del alma.

Y yo estaba callado,
mientras veía robar los bancos,
y a los niños,
con sus ojitos como platos,
ver el mundo que Dios les tenía para ellos guardado.

viernes, 23 de septiembre de 2016

París era una fiesta

El Boulevard Saint Germain tiene un aire oscuro cuando cae la tarde, en sus terrazas, mientras pasean los matrimonios, ellos con su sombrero de copa, y ellas con su paraguas comprado en una dulcísima boutique, las gentes, el pueblo ocioso, contempla el caminar del viejo vampiro, con su belleza blanca y terrible, deslizándose entre los adoquines, mientras se dirige hacia la iglesia del final, en la que no puede ni entrar.

Porque en las tumbas se retuercen los muertos.

Y sin embargo en las Tullerías, las golondrinas, y los gorriones, sobre todo estos últimos, picotean las palomitas de maíz que alguna niña, con su lazito azul en el pelo, en su rubia melena dejó caer mientras alimentaba a los patos.

Subiendo la calle está la estación, ya pasada la Ópera, donde habitan los siervos de Drácula, más allá del Parnaso, a lo largo y ancho del Bulevar de los Capuchinos.

Solía beber absenta en un café cantante cercano a la Gare de l´est, antes de subirme al caballo de hierro en dirección al campo, donde las uvas, represadas por el frío, se pintan del amarillo del oro.

Entre poetas simbolistas pasaba yo mis tardes, con el sifón, y la verde materia, mientras la sigilosa hada trataba de arrebatarme el alma, me susurraba, con sus taimadas palabras extraños hechizos que agitaban mi corazón, estremeciéndome, agitando y sacudiendo los dedos que sujetan el boli sobre el papel.

Y con la libretita guardada en el bolsillo interior del armatoste regresaba a la orilla del Sena, al compás del silencioso discurrir de las aguas.

Bajaban vidas enteras dibujadas en las gabarras que recorren el río.

Y la luna llena reflejada en la estela que dejan las rosas de los enamorados que arrojan sus ilusiones al olvido.

jueves, 22 de septiembre de 2016

ROMA

Habíamos cruzado el río,
el que marca la distancia
entre lo divino y lo humano.

La luz del día,
el azul del cielo,
ya no refulgían como antaño,
pues la noche
hacía de ver el pestañeo
de tus ojos,
a la luz del fuego de las farolas
que mostraban el corazón
que guarda el secreto
de las luciérnagas,
escondiendo todo el sabor
de tus labios.

Así cruzábamos,
entre la bondad y
la inquietud
el río Tíber.

Uno de La Mancha,
de donde los gigantes
se alzan contra los molinos
de viento.

El otro de Jutlandia,
donde los hombres del Norte,
se enfrentan
a las serpientes que
encrespan,
por encima de sus hombros,
las olas que agitan
nuestros días.

Y en Roma,
pisando las baldosas,
que otras veces
hollase
Agripina,
Mesalina,
y todas las vestales,

En tu templo,
en el nuevo Circo,
repetía mi alma
tus viejas letanías,
esperando ver a Totti,
comiendo pipas,
mientras los vientos,
que van y vienen,
susurran,
las lágrimas,
que,
como el río,
se nos escapan.

Entre los dedos.

Entre los dedos,
llevo tu bufanda,
y esas palabras
tan bonitas,
y toda tu dulzura,
y todo tu cariño.



domingo, 11 de septiembre de 2016

La cara oculta de la Luna

"Todo en esta vida tiene un propósito. Hasta esta piedra... No, no sé cuál es el propósito de esta piedra. Pero debe tener uno. Porque si esta piedra no tiene un propósito, entonces nada tiene sentido. Ni las estrellas. Y tú también. Tú también tienes un propósito."


Las frases de Ennio Flaiano, poeta romano, que cuenta con sus tiernas palabras el relato del tiempo.

La dulzura, el cariño, el sabor de un vino blanco en la plaza del Partenón, sentado mientras cenas al lado de una mujer,

Candela que rompe y rasga el sueño de los Pontífices, con sus tacones, pisoteando, aplastando la masa informe, para que sus susurros retumben en los viejos y agrietados palacios de mármol,

Y es en ese entonces cuando su contorneo, sigiloso, indescifrable y mágico manda hacia el espacio las coordenadas necesarias para que la Luna oculte su rostro...

Y cada día, cada vez que se pinta de rojo los labios,

Su carne marca las libaciones, que al girar esconden sus deseos más profundos, como un guiño de sus ojos, tal que un eclipse,

Los secretos de la Humanidad,

Que se van dejando atrás.

Misterios, mundos ocultos, que a lo ancho y largo de su corazón, ese universo sin principio ni final, esconde el corazón de una mujer.

Y entre las tormentas que se desatan en la faz del astro que no podemos ver ni conocer, entre nubes negras, cargadas de relámpagos,


Desfila por el Planeta Tierra tu eterna mirada, a la luz de esas pupilas que deshacen el miedo, nos alejan del pánico para salvarnos de los mordiscos de los murciélagos