sábado, 18 de junio de 2016

El Espacio Profundo

Dice esa mujer de rojo vestida, con su voz suave y su mirada infinita, que la noche es oscura y alberga horrores.

No creo que la maldad se pueda expandir en la inmensidad del espacio, pues al no haber aire, las cosas tentan de flotar infructuosamente alrededor del éter.

En el cinturón de asteroides, entre los platillos volantes giran alrededor del Sol los planetas enanos, y hasta pedazos siderales que algún día conquistará la Humanidad.

Como un soldado que pone la bandera más allá del mar, un astronauta horadará el polvo gris de esas viejas rocas para reflejar la luz del astro sobre las aspas de San Andrés.

Vislumbrando Júpiter, volveremos a rezarle a Dios, y acordarnos de la mirada limpia de Jesús, mientras pensamos en la Reina Isabel, y sentimos en lo profundo del corazón el latido que marca el color de nuestra rosa.

Nuestra rosa mística.

A través de la eterna noche que envuelve el sistema solar iremos descifrando tus misterios y derrotando al viejo enemigo, escapando de las penas del infierno.

Más allá del fuego que nunca se apaga, más allá de Saturno, de Urano, y de Neptuno, y mucho más allá de Plutón volando entre las nubes que envuelven el Universo seremos dignos de heredar la Tierra.

Buscaremos tu eterno rostro allá donde esté, anhelando encontrar por fin las puertas del cielo, que soñaste este pueblo levantase sobre la fría piedra.

viernes, 17 de junio de 2016

Las montañas sagradas del Lejano Oriente

Si existe un lugar mágico en el mundo, me imagino el Monte Fujiyama, allá donde la gente asciende para encontrar la Luz.

Más allá del Mar Caribe, cruzando la Tierra, el planeta entero, una y otra vez, enrolado bajo las velas desplegadas del barco de la mujer pirata, soñamos con alcanzar con la mirada tus blancas nieves.

Níveas caricias caídas del cielo, como los rubios cabellos de la reina Daenerys.

Anne Bonny ordena a sus hombres, al del parche, y al de la pata de palo, sacar sus sables, y el loro repite su imprecación, y luego se ríe con el pico abierto.

En las azules aguas del mar cristalino se reflejan los colores verdes de sus plumas pintándolas de esmeralda.

Se alza el viejo pájaro, abriendo las alas en dirección al sol, cacareando el grito de la capitana.

Y va resonando su grito de guerra, a lo largo y ancho del océano, cruzando el mundo, mientras rebota su eco contra las paredes sobre las que las que se alzan las montañas.

Y llega hasta el Lejano Oriente, acabando por escucharse en las entrañas sagradas del volcán sagrado del Japón.

Confundiéndose con el ruido de los motores que recorren Tokyo, la ciudad más grande del mundo.

Y así va rebotando, una y otra vez hasta el núcleo del Planeta Tierra, poniendo en marcha el artilugio que hace que todo gire sin perder el rumbo.

domingo, 12 de junio de 2016

Nieva

Si en Vetusta suelo departir alegremente con Don Ramón, que me cuenta y me habla de lo mucho que le gusta el burro Platero, por el parque de San Francisco, pensando en sus hebras blancas, y la dulzura de su mirada, mientras los niños se le suben encima y le tiran de las orejas. En Avilés,

En Avilés, me dice Don Armando que piensa en Santa Marta de Betania, y en una monja que se quiere casar con un médico gallego.

Es lo que le cuento siempre a Don Leopoldo cuando lo visito en su despacho. En el Paraninfo.

Es un poco pesado, Don Armando, dale que dale con La Iliada, las historias de los griegos, y la búsqueda del vellocino de oro. Como lo han traducido hasta en el viejo reino de Norte Umbría, en Inglaterra, se lo tiene un poco subido, Don Armando.

Homero, Homero Simpson se quedaría asustado al ver las chimeneas de la fábrica lanzando el humo al Cielo, y se abriría una cerveza.

Nos pintaría de amarillo, y nos abriríamos una cerveza, oyendo el claxon de los barcos entrando en el puerto, mientras el semáforo se pone verde.

El humo que sale de las chimeneas, de las entrañas siderúrgicas de Asturias, haciendo volutas en el aire, dibujando sonrisas, jugando con el viento, poniendo una barra de pan encima de la mesa.

Y se lo digo, a Don Armando, que llevamos el polvo negro tatuado en los epitelios, pero que así y todo podemos respirar.

Y es porque el mar se bate continuamente mientras dormimos, regalándonos su indescifrable aroma.

Sal, agua, chimeneas, humo, y pan, y marañuelas.

Y Ulises volviendo a casa, como dice Don Armando mientras se toma un whisky en la Plaza del Parche.

Marañuelas, joven Hermes!!!

sábado, 11 de junio de 2016

Bohemia

Hay una ciudad de Francia, cerca de París, en la que coronaban a los reyes, su catedral es famosa y reconocida y sobre su suelo se firmó la paz de la Segunda Guerra Mundial.

En realidad no se firmó ninguna paz, tan sólo se rindieron, al ver que ya no tenían nada que hacer, los alemanes, firmaron su capitulación, deponiendo las armas en el mismo lugar donde se entronaban los Reyes de la Galia.

Muy cerca de allí, en Charleville, vivía un joven poeta que se quiso alzar contra el Cielo, desde la soledad de su negra habitación, pretendió rasgar el azul que el algodón de las nubes pintan ligeramente de blanco.

Decía, mi poeta amado y maldito, Arthur Rimbaud, ese joven adorable, que soñaba ir por los campos acariciando el trigo...

Pensando en la Osa Mayor.

La Ciudad de París es tan grande, tan grande, que hace creer que hasta los ángeles existen.

Los sientes, a los ángeles, al ver sus grandes ojos azules y sus alas desplegándose más allá del horizonte.

Después, o antes de la batalla de Verdún, en la Gran Guerra, el ejército alemán anegó Reims, las bombas cayeron, destrozándolo todo, causando dolor, destruyendo el alma de Francia.

Lo que esos alemanes no sabían es que el corazón de un hombre tan sólo lo puede romper una mujer.

Soplan vientos de cambio en Europa, la vieja bohemia se ha vuelto a despertar, porque se acerca de nuevo el invierno.

Volveremos a cruzar el océano para otra vez bañarnos desnudos en las aguas cristalinas del Mar del Sur.












viernes, 10 de junio de 2016

Vetusta

Recuerdo ir caminando por las calles empedradas, mientras el agua se deslizaba entre las ranuras, gota gota escapándose de la mirada del mundo.

Y lentamente, con el rostro envuelto por el manto de la noche, y de la bruma blanca que se pasea por tus viejas calles, ir caminando entre palabras, con la libreta guardada en el bolsillo pequeño de la trenca, pensando en algo que pudiese llamar tu atención.

En silencio, que se rompía cada vez que las campanas de la catedral chascaban los dedos, caminaba yo por el centro de Oviedo soñando con algún búho que me diese las buenas noches.

A lo largo del tiempo, las mismas calles que pisó Don Leopoldo, y Don Ramón. Como en la Salamanca de Don Miguel, la vetusta de nuestro Rector, para contar una historia, para expresar lo que se siente, para inmortalizar la libertad.

Bajo el paraguas pasea Ana Ozores, acompañada de su confesor, entre las nubes que pintan las calles de azul, se escuchan los pasos de sus botines al rasgar la noche de Asturias.

Y ahí va Don Ramón, embutido también en el chaquetón, cavilando consignas modernistas, sin perder el aliento, con los ojos muy abiertos, tratando de detener el tiempo.

El antiguo anhelo, escondido bajo la capa del viento, volar más allá, para no padecer todo eso que no nos regaló el adviento.

Voy caminando por tus calles empedradas, bañadas por el sol, llenas de gente, y de sonrisas, de los recuerdos de hombres ilustres, flotando entre palabras, palabras redondas, como tus nubes, como globos aeroestáticos que suben hacia el infinito, resquebrajando el miedo.

En tus calles empedradas, pintadas por la luna, no todo está perdido para España, antigua Vetusta, bajo el sol en Oviedo.

sábado, 4 de junio de 2016

La Ciudad que nunca duerme

Hay muchas cosas injustas en la vida, demasiadas, y para olvidarlas, supongo, el hombre se inventa palabras y las refleja en un papel, lo encuaderna, porque siempre hay un encuadernador laborioso que ama su trabajo.

Y así en el mejor de los formatos, con mucho bombo y alto postín anuncian que han redactado y publicado una Constitución.

Y cuando llegas a la Facultad de tantas palabras grandilocuentes que se recogen en su Preámbulo hasta consiguen que te olvides de la chica de la segunda fila en la que llevas pensando todo el día.

En el Nombre del Rey, la Nación Española...

Es apabullante.

Yo digo que debería ser un derecho constitucional poder vivir en Nueva York con 21 años.

En un Pueblo del Norte de Nueva York, donde se contaba que cabalgaba un jinete sin cabeza, pasé yo tres semanas de mi verano de 21 años.

Bajaba a la Ciudad con un amigo de Barcelona, para ver los rascacielos y a la gente ir y venir reflejada en sus infinitos cristales.

Millones de vidas anónimas que se dibujan entre el cemento y las paredes de diamante que se alzan hasta el Cielo.

"Recuerda chico, la ciudad nunca duerme", Me dijo el Portero de un bar para anunciarme las cosas que se suceden en la Capital del Mundo.

Es verdad lo que digo.

Quizás aquel hombre anónimo también se cambiase el nombre de esclavo que tuvo el día que su madre le trajo a la vida, como Classius Clay, y se lo pasó a algo que rime con la palabra Libertad.

Es posible, no lo sé.

Lo que es seguro que aquel era un hombre libre, y como no sé su nombre sólo tengo la certeza de recordar su alma.

Las personas, en ocasiones, son mucho, mucho más altas que los rascacielos, y se parecen un poco, porque en sus inagotables cristales reflejan la luz del día.

La luz del Sol y las sonrisas de la Humanidad.

Se ha ido un gigante, va a ser muy difícil, aunque nada es imposible como él mismo decía, que se alcen torres más altas...

Lo aprendió de pequeño, esquivando pedradas...

Las pedradas del hombre blanco, "Imposible es solo una palabra que utilizan los débiles que encuentran más fácil vivir en el mundo que les han dado que explorar el poder que tienen para cambiarlo. Imposible no es un hecho. Es una opinión. Imposible no es una declaración. Es un desafío. Imposible es potencial. Imposible es temporal. Nada es imposible".

Al final, todo se resume en esto... "Odié cada minuto de entrenamiento, pero no paraba de repetirme: 'No renuncies, sufre ahora y vive el resto de tu vida como un campeón".

Y hoy, Don Muhammad Alí, todos los hombres libres rezamos por ti.

viernes, 3 de junio de 2016

Esperanza

Decía Don Pedro que la vida es sueño, y que los sueños sueños son.

Abriendo los ojos, haciendo un círculo muy redondo y muy abierto para ver bien las cosas, sintiendo todos los olores y los colores que la luz del día nos regala.

Fragancias y caricias de las cuales está el mundo lleno,

Pero mola más cuando el viento te sopla y juega con tu cara.

En cualquier esquina te puede pasar.

Vas sin nombre por la calle y de repente te encuentras con una nueva oportunidad.

Sin saber por qué, quizás sea por haber querido seguir caminando, a pesar de todo.

Y entonces la luz ya es más intensa, y el azul del mar se convierte en algo mágico.

Es cuando las viejas acusaciones y la vetusta Ley no te parecen, ni te agobien.

Porque no, porque a nosotros no nos va a quitar la vida nadie.

Vamos a luchar hasta el último minuto, ya nos pueden humillar...

Seguiremos estando vivos,

Y preparados para el combate, en honor a Segismundo.

¿Qué es la vida? Un frenesí.
¿Qué es la vida? Una ilusión,
una sombra, una ficción,
y el mayor bien es pequeño;
que toda la vida es sueño,
y los sueños, sueños son.

Cuando los minutos se acaben, nos acordaremos de las viejas palabras que no se arrugaron con el tiempo.

Y volveremos a ver de nuevo las cosas redondas otra vez, con nuestros pequeños ojos, para construir un mundo que no se ahogue en el cieno.


miércoles, 1 de junio de 2016

En la jungla

Pienso estos días una cosa, me viene a la mente un viejo recuerdo, una sensación que se iba perdiendo en el tiempo.

Pienso y escucho el agua correr entre las piedras, mientras las cacatúas cantan

De los árboles cuelgan las chirimoyas, y del cielo las nubes me miran intentando mojar mi cara.

Así es.

Y vengo pensando.

En la selva de Honduras pienso yo.

Para conocer sus secretos y sus más oscuros rincones.

Querría conocer el mundo oculto que descubrieron mis padres, y ver el mar, el Mar del Sur.

Cuánto me habría gustado ponerme unas botas de cuero curtido en Sevilla, y endosarme un casco de hierro, pisando la Tierra.

Para entrar en la jungla, con mi espada ceñida al cinto para conquistar un mundo nuevo.

Para romper a golpes de espada todo lo que nos quita la vida y nos quiere robar el miedo.