jueves, 2 de marzo de 2017

ESPERANZA

Si mis dedos no pudiesen deletrear las palabras,
las palabras,
que mi corazón,
agitándose,
me susurra a los oídos,
entonces,
ya no sería jamás,
jamás para siempre,
un poeta,
un abogado,
sería un renegado,
un malnacido de los seres humanos.
Sería una persona perdida.
Que caminando en este invierno,
dando tumbos,
EN LO PROFUNDO DE LA NOCHE,
Podría decir,
podría relatar,
que conozco tu horror,
tu pavor miserable,
y esa laguna,
donde se ahogan todas las alegrías
que ilumina el Sol cada día.
Si he de morir
quiero tenerte despierto.
¡Sálvame!
No me dejes solo.
No me dejes nunca solo,
Padre mío que me hiciste bajar a la Tierra.
Escucha mis versos,
recuerda los antiguos latidos,
y el sentir con que tus hijos
pintan todos tus desvelos.

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